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Secuestro y muerte en San Marcos

Publicado: 2009-09-01

Por: Héctor Huerto Vizcarra

Un perro huye despavorido y se enfila al pequeño patio donde unas cuantas personas se hallan reunidas, con los rostros angustiados y los ojos llorosos. El perro de color negro se encuentra muy nervioso y tiene la boca sangrante. Minutos antes los encargados y los hombres de seguridad de la oficina de Cirugía Experimental de la Universidad de San Marcos habían negado que haya más perros enjaulados, como si estuvieran en algún corredor de la muerte. Fue el último de los cuatro perros que fueron salvados aquella tarde del viernes pasado.

familiares de perros secuestrados protestan

Al perro de Carmen Valverde, Tomás, lo secuestraron en un parque, en el lugar en donde salía a pasear con su ama y su otro compañero canino. En un descuido de Carmen, su perro y otros tres más fueron introducidos en un auto con rumbo desconocido. Días después, y gracias a un oportuno soplo, Carmen se disfrazó de estudiante de medicina y pudo constatar que su perro se encontraba en la sala de Cirugía Experimental de San Marcos, dopado y echado boca arriba con las patas abiertas, a punto de ser cortado en dos. Un amigo suyo pudo grabar el descubrimiento en video.

Gracias a ese video algunas personas pudieron reconocer a sus mascotas desaparecidas. Todos ellos formaron un pequeño grupo de manifestantes que se enfrentaron a los miembros de seguridad de esa universidad para reclamar por sus perros. Después de forcejar y exigir la presencia de un fiscal, pudieron rescatar a Tomás y otros dos perros. Uno de los dueños tuvo que forcejar con dos miembros de seguridad para liberar al suyo. Una joven mujer tuvo que mentir para salvar al otro perro restante que estaba enjaulado. Al parecer, a los demás animales los habían escondido en otro lugar, de donde el pequeño perro negro pudo felizmente escapar.

La constatación de esta práctica médica evidencia la existencia de un mercado negro que ya no sólo se dedica a vender restos óseos o cadáveres a los practicantes sino también perros robados. Todo ello gracias a la pasividad de los funcionarios del Estado y de dicha Universidad. La pregunta que surge al respecto, es si es necesario practicar con animales vivos. ¿Acaso no les bastan los cadáveres? ¿Cuál es la distancia que hay entre practicar con animales que consideramos dispensables y practicar con seres humanos que en algún momento se nos ocurra señalar que también son dispensables? ¿Acaso eso no sucedió en los campos de concentración alemanes durante la II Guerra Mundial? Habría que replantear seriamente, desde un punto de vista ético, si los seres humanos nos debemos arrogar el derecho de decidir la vida de otros seres vivos, puesto que en algún momento la naturaleza también puede decidir arbitrariamente que, la dictadura de la humanidad ha llegado a su fin.

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